VOLCANES SUBMARINOS

Julio Verne, en sus "Veinte mil leguas de viaje submarino", adelantaba ya su existencia al describir la erupción de un volcán submarino de boca de su personaje, el doctor Pierre Aronnax: "El cráter submarino expulsaba lava, pero no llamas. Las llamas necesitan el oxígeno del aire, y no pueden desarrollarse bajo las aguas; pero torrentes de lava, que tienen en ellas el principio de su incandescencia, pueden llegar al rojo blanco, luchar contra el elemento líquido y vaporizarse a su contacto. Rápidas corrientes arrastraban todos esos gases en difusión, y los torrentes lávicos deslizábanse por la ladera de la montaña, como las emanaciones del Vesubio por la Torre del Greco".











VOLCANES SUBMARINOS


El 75 % de la producción magma , es provocada por volcanes submarinos, estos colosos se esconden a nuestra vista y son los que emergen más actividad en todo el planeta que los colosos que vemos en Tierra.


Cuando volcanes como el de Islandia o el Popocatepetl entran en erupción, cubren el cielo con una enorme columna de cenizas. Los volcanes submarinos escupen, en su lugar, masas de agua hirviendo. Erupciones de agua fueron acompañadas por chorros de lava que se derraman por las paredes del volcán. A lo largo de los costados de la montaña, extensos campos de géiseres taladraban el fondo del océano lanzando hacia arriba columnas de agua oscurecida, con altas concentraciones de minerales procedentes del núcleo terrestre.


Pero si esos géiseres se elevaban varios centenares de metros sobre el suelo oceánico, las megafumarolas pueden ascender más de un kilómetro, girando como gigantescos aunque lentos tornados.


Las megafumarolas pueden describirse como tornados gigantes de agua caliente que surgen del fondo de los océanos y viajan con un singular cargamento de minerales y formas de vida. El gran calor al que se somete el agua del fondo oceánico en esta explosión de energía de los volcanes explica las grandes alturas que alcanzan, llegando a veces más allá de la superficie. Las megafumarolas, que se elevan desde las profundidades a alta temperatura, transportan en su recorrido energía, materiales y comida, lo que podría suponer cambios importantes en los océanos y sus ecosistemas.


En ocasiones, la actividad volcánica submarina provoca el desplazamiento de grandes masas de agua en forma de una gran ola devastadora: un tsunami o maremoto. Cuando el tsunami (palabra japonesa derivada de tsu -puerto- y nami -ola-) alcanza la costa puede arrasar ciudades enteras con gran violencia, ocasionando importantes pérdidas económicas y humanas. Las zonas más castigadas por estas olas gigantes son Japón y las islas Hawai, ambas en el Océano Pacífico


Al margen de estos fenómenos, la mayor parte de las erupciones submarinas pasan inadvertidas a los seres humanos. En las zonas más profundas, los cráteres de los volcanes soportan columnas de agua que hacen hasta 250 veces más presión que la atmósfera de la superficie


Esta presión es tan grande que incluso las burbujas de lava tienen serias dificultades para formarse y salir de las fauces del volcán.


De hecho, de las casi 8.000 erupciones que el ser humano ha registrado en los últimos 10.000 años sólo 300 ocurrieron bajo el agua. Unas cifras que contrastan con el millón de volcanes submarinos que, según estiman los expertos, podría existir en el fondo de los océanos


VOLCANES SUBMARINOS MAS ACTIVOS


la Cordillera de Juan de Fuca, con el volcán Axial, o la cercana Cordillera de Gorda, donde los expertos detectaban la última erupción en 1996. bajo las aguas de este Océano en las proximidades de Hawai: Loihi, con sus casi 3.000 metros de altura, entraba en erupción en julio de 1996. . Su actividad sísmica se ha mantenido desde entonces de forma intermitente


Otra de las zonas activas, aunque de difícil acceso, se encuentra bajo la cubierta helada del Ártico, última frontera de la exploración del fondo submarino. La gruesa capa de hielo sobre este océano dificulta la elaboración de mapas a través de los tradicionales equipos a bordo de los barcos de investigación, impidiendo también la visión por satélite de las profundidades


La vulcanología submarina también tiene a algunos de sus grandes colosos en el fondo del Océano Atlántico. En el cinturón de volcanes conocido como el Arco de las Antillas Menores se encuentra el Kick'em Jenny, situado a más de 150 metros de profundidad a una distancia de 140 kilómetros de la costa venezolana, y poseedor del código D-1, que le atribuye actividad en los últimos 35 años.


Los temores ante una próxima erupción han llevado al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Venezuela a poner en marcha un proyecto para determinar los riesgos, así como la vulnerabilidad de los 4.003 kilómetros de costas venezolanas ante un eventual maremoto. Por el momento, las erupciones de Kick'em Jenny no han resultado una amenaza para el continente, aunque sí han hecho crecer a este volcán cerca de un centenar de metros. Si continúa a este ritmo, los investigadores calculan que podría emerger sobre la superficie en este siglo


Otros no se harán esperar. El volcán Kavachi, al Oeste de las islas de Salomón en el Pacífico Sur, es uno de los más activos de Oceanía.


También otras como las del Archipiélago Canario, las Islas Azores o las famosas islas Hawai y sus playas de arena negra son hijas de Vulcano, el dios romano del fuego. Menos conocida en esa larga lista es la Isla Blanca (White Island) de Nueva Zelanda, un volcán submarino que oculta más de la mitad de su estructura bajo el agua dejando su cima al descubierto, a 321 metros sobre el nivel del mar


La Geología Oceanográfica podrá acercarse así a alcanzar un reto pendiente: contemplar desde el fondo del océano, en vivo, la erupción de un volcán submarino. Quizás entonces alguien pueda repetir las palabras del profesor Pierre Aronnax en la novela de Verne: "Mis miradas se extendían a lo lejos y abarcaban un vasto espacio iluminado por una fulguración violenta. En efecto, aquella montaña era un volcán. A cincuenta pies por debajo del pico, en medio de una lluvia de piedras y escorias, un ancho cráter [submarino] vomitaba torrentes de lava, que se dispersaban en cascada de fuego hasta llegar al seno de la masa líquida".